Normalmente cuando en el fútbol se dice que un equipo ha
sido como una madre, se dice que el equipo ha sido blando, tierno. Pero si ese
calificativo se lo pones al Atlético de Simeone todo significado cambia.
Porque las madres no sólo son tiernas sino que tienen una
cualidad divina en el momento que dan a luz: el poder de llevar siempre la razón.
Y como si de una madre se tratase: Simeone siempre tiene la razón. Cuando no se
encuentra ese polo que tanto buscas, llega tu madre y te lo encuentra hasta con
los ojos cerrados y desde su habitación. Cuando el partido se pone feo, cuando parece
que se va a torcer, llega Simeone y saca su brújula y te señala el camino a
seguir. Porque todo es más fácil si tiene como fieles escuderos a una plantilla
que muere por él. Saben que Simeone acabará llevando la razón y van hasta el
final con él.
La lleva || Imagen: clubatleticodemadrid.com |
Si nadie gana en el Nuevo San Mamés, llega Simeone de la
mano de sus muchachos y gana. Si cuando todo parece perdido y el arreón bilbaíno
es como el puño de Mike Tyson cuando te golpea, manda a su belga salvador para
despertar al equipo. Es tal el dominio de Diego Pablo, que en el peor momento del
equipo controla el tiempo y manda el
partido al descanso.
Una vez que traspasa la puerta de vestuarios, empieza su
verdadero duelo. Si el equipo llega al vestuario con la tensión por las nubes,
con el susto en el cuerpo, él les prepara una poción mágica al más puro estilo Space Jam para dar alma y vida a su
equipo. No hay secretos en la poción: amor propio y garra en un campo que te pedía
eso. Le hicieron caso.
Porque el Athletic en el Nuevo San Mamés se sentía
invencible. Ya tumbó al Barcelona tatamartiniano
y estaba dispuesto a tirar por los suelos la leyenda copera del Atleti cholista. Estuvo a punto de conseguirlo,
si la eliminatoria hubiera durado sólo la primera parte de la vuelta, el
Athletic y San Mamés se habrían cobrado una nueva víctima. Una suculenta y
grandiosa víctima. Pero derribar al equipo de Simeone no es tarea fácil.
El escenario (lluvia, San Mamés, semifinales de Copa en
juego…) te pedía épica, emoción, y la primera parte no defraudó. Con más
tensión que en la frente de Carmen Lomana, el partido comenzó y pudo terminarse
en treinta segundos si Diego Costa llega a marcar el mano a mano que tuvo ante
Iago Herrerín pero al animal le gusta la marcha y quiso dejar que todos
disfrutásemos más del partido. Por poco se pasa de generosidad. Porque una vez
que el Athletic miró a la grada, vio que tenía consigo a una afición que
también le va la marcha, se tiró al campo y empezó a encerrar al Atlético.
Normalmente si encierras a otro equipo tu gol estará cerca siempre
y cuando no tengas delante a un muro llamado Atleti y a un joven ángel llamado
Courtois en la portería contraria. No es tarea fácil pero el conjunto de
Valverde lo consiguió, a medias pero lo derribó. Aduriz fue el encargado elevándose
por encima de Godín pero no fue suficiente. Porque el equipo de Simeone sabe
sufrir. El arreón vasco fue duro pero con Courtois bajo palos todo es más
fácil.
El arrerón de Aduriz || Imagen: lavozdegalicia.es |
En ese momento llegó el descanso y con poción mágica en el
cuerpo, el Atlético salió a comerse San Mamés. Agitó tanto el árbol que
finalmente cayó la manzana. Y si hay que agitar con dureza no hay nadie mejor
que Raúl García. El navarro se ha hecho muy amigo de la pelota, más bien
íntimos: la tiene controlada, la llama y la manda a la red en el momento
adecuado. Ayer no falló (13 goles en esta temporada; 4 en Copa) y bajo la
lluvia le recordó a todos los espectadores que su equipo, el equipo de Simeone
es como una madre: siempre acaba llevando la razón.
La llevan || Imagen: europapress.net |
Ahí verdaderamente acabó la eliminatoria, con el gol de Raúl
García, el Atlético no podía dejar que la luz entrase por su muro y encerrado
en la esquina del ring ante el tanteo vasco lanzó la ofensiva final con Diego
Costa a la cabeza y marcando esta vez sí a Iago Herrerín. Y ganando por primera vez en el Nuevo San Mamés. Ahí es poco.
El Atlético tiene la razón, gana donde no se puede ganar,
sufre donde no se debe sufrir y pasa a semifinales cuando más difícil lo tiene.
Imagen: 20minutos.es |