lunes, 22 de septiembre de 2014

La mudanza del campeón

Diego Pablo Simeone || Foto: mundodeportivo.com
Es ese cambio de vida. Ese coger las maletas y marcharte a vivir al extranjero casi por obligación. Imaginen un destino. Uno donde toda su vida anterior cambie casi al 100%. Distinto idioma, distintas costumbres. Ese cambio le ha pasado al Atlético de Madrid este verano. Sería más sencillo hacer caso al genio de Sabina con un “pongamos que hablamos de Madrid”, pero entonces nada habría cambiado. Vayámonos lejos. Vayámonos a la disciplinaria Alemania (con “la Merkel” de por medio no hay tanta diferencia entre España y Alemania, oiga). Puestos a elegir, elijamos Berlín que al ser capital no nos afectarán tanto los cambios. De capital a capital. 

Adaptarnos a la fría Alemania y a su diferencia con España no será tarea fácil. Si a eso le sumamos que en la mudanza se han perdido el sofá y la televisión que tanto significan para el día a día familiar pues la cosa se pone un pelín complicada. La familia sigue, el espíritu permanece pero hay que vivir este nuevo reto, esta nueva ciudad. Simeone sigue, el cholismo también; con eso todo es más fácil pero el sofá y la televisión que tanto placer nos han dado (bendito descanso que brindaba ese sofá belga y ese HD de la caja tonta brasileña que tanto nos gustaba) ya no están.

Courtois, Diego Costa y Filipe (Villa, Adrián, Sosa, Diego) son los que proporcionaban parte de ese deleite y ahora hay que reemplazarlos. El fútbol no entiende de esperas, los aficionados no conocen la paciencia y las bestias insaciables futbolísticas llamadas Madrid y Barcelona no tienen compasión.

Alejados del Mediterráneo y centralizándonos por Europa pasamos por el Ikea (ya que no hay tanta distancia entre Alemania y Suecia) a traer a los protagonistas que busquen hacer olvidar a esos pilares perdidos en la mudanza. A Moyá/Oblak, Mandzukic/Griezmann y Ansaldi/Siqueira les ha tocado bailar con la más fea y más tras lo conseguido la temporada pasada donde las expectativas estaban por las nubes.

Madrid es el pasado, ahora ya estamos en Berlín. El estilo de vida madrileño ya ha cambiado y hay que adaptarse a lo que te pide el mundo alemán. El estilo atlético diegocostista te pedía una forma de jugar: abrir el campo, buscar las caídas de banda del delantero brasileño y el contragolpear para que él hiciese el resto  ha traído una Liga y casi una Champions (el estilo era ese, pero no el único registro que ha servido para campeonar). El rock n’ roll de Madrid ya se ha dejado atrás.

Ahora hay que vivir en Berlín. Un estilo de vida distinto. Y si encima hay un tal Guardiola que se ha instalado en Alemania promoviendo el juego de toque pues hay que acoplarse a lo que exigen los nuevos retos. Eso está buscando el Atlético porque es lo que le pide el cuerpo -las características de los nuevos son distintas a la de los antiguos- y lo que no es sólo el cuerpo, porque para superar el crecimiento de tus rivales hay que ir más allá en tu juego (acercarse al juego desplegado en Stamford Bridge haría a este equipo casi invencible).

El juego está cambiando, el Atleti domina (aunque el plan contra los equipos "grandes" sigue siendo el mismo) y genera el triple de ocasiones que en la otra vida madrileña pero no está siendo tan práctico como en otros años. El fútbol es así de caprichoso: cuanto más lo mereces, menos te da. Pero el tiempo te pone en tu lugar: si lo has buscado con ahínco, lo encontrarás. El cambio de estilo llegará a buen puerto. Tener a jugadores como Griezmann, Koke, Arda y Cerci te pide que tener el balón sea tu forma de jugar y cuando los buenos se juntan siempre acaban ganando. Todo esto sin olvidar lo que tenías en tu otra vida española: la seguridad y disciplina defensiva y el poderío a balón parado.

Las dudas sobrevuelan la ribera del Manzanares, pero no hay que olvidar que el cabeza de familia que nos ayudará a la adaptación berlinesa sigue siendo el mismo que nos llevó a conocer todos los rincones de Madrid. Dios salve a Diego Pablo Simeone. Ya que con él las montañas de arena se diluyen como los castillos de tierra playeros cuando son abrazados por las olas. 

Y una última cosa: ya que nos hemos ido a vivir a Berlín quedémonos mínimo hasta el 6 de junio siempre superando el día a día. 

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