El partido de ayer se comenzó a jugar en las ruedas de prensa previas al partido. Pep Guardiola (duramente golpeado por su alineación contra el Real Madrid y la casi segura pérdida de la Liga frente a los blancos) se afanaba en mostrar su total convicción en que sus chicos remontarían y en la superioridad frente al Chelsea a pesar del resultado de la ida. Mientras, el Chelsea firmaba su declaración de inferioridad. Un equipo, con un 1-0 favorable en la ida como local, llegaba a una vueltas de semifinales sin nada que perder, el otro, con un resultado pésimo en contra, con la obligación de ganar. La presión nunca ha sido buena compañera de viaje en estos lances.
Pero este simple hecho no justifica el resultado final, ni la eliminación del Barça. El principal problema llega cuando se equivoca el propósito del partido. El Barcelona tiene los mejores centrocampistas del mundo y basa su fútbol en el control de la posesión y las largas combinaciones que desesperan al rival y le hace defender de la otra forma. Si tú tienes el balón, el otro equipo no te puede marcar. Hasta aquí todo correcto. El Barcelona de Pep Guardiola ha maravillado al mundo durante años ganando títulos con este estilo de juego. El problema es cuando este estilo ha querido ir más allá de la lógica. Es cierto que la mayoría de los partidos los gana quien domina el medio del campo, pero más cierto es que solo ganando el centro del campo no se ganan los partidos. Ayer el Barcelona salió a ganar el medio del campo, el balón fue suyo durante todo el partido, el control fue total, pero perdió en ambas áreas.
El Chelsea esperó atrás, con todos en el área prácticamente. El Barcelona lo intentó una y otra vez con paredes imposibles por el centro, que en algún momento le llegaron a salir pero generalmente se acababan enredando en la maraña defensiva del Chelsea. Mientras atrás el equipo cerraba con 3 hasta la lesión de Pique y con prácticamente 2 tras esta. Al Chelsea le bastaron dos pases de Lampard, uno en la ida y otro en la vuelta y dos carreras del velocísimo Ramires para llevarse la eliminatoria. En la ida fue el hueco que apareció como consecuencia de jugar sin lateral derecho, en la vuelta fue el izquierdo el que se echó en falta. Por segunda vez el Chelsea aprovechaba el error de la alineación blaugrana.
El Barça posiblemente habría ganado el centro del campo con 3 centrocampistas, pero utilizó 6 mas Messi que cada vez juega más atrás.. El dominio fue total, pero estéril la mayor parte del tiempo. Nadie tiraba de lejos, no había un 9 al que poner balones para el remate, incluso a pesar de la inclusión de Cuenca o Tello, que el Chelsea jugaba con uno menos por la cafrada de Terry, sin centrales puros y con Drogba (imperial el Marfileño, se merece una estatua en Stanford Bridge) y Ramires como laterales, el Barça no fue capaz de crear peligro por las bandas. ¿Os imagináis a Drogba contra Bosingwa e Ivanovic como centrales?. Además de no encontrar soluciones arriba, el equipo quedaba claramente desguarnecido en defensa. Kilómetros a la espalda de una defensa, generalmente mal colocada, el escenario perfecto para una contra mortal. Cada balonazo de Cech hacia Drogba era una odisea para los centrales y cada pérdida de balón (hubo pocas, es cierto) una aterradora carrera hacia atrás de 50 metros.
Admiro el juego del Barça y de la selección española. Es posiblemente el estilo más bello que jamás vi. Pero el problema llega cuando haces de este estilo un fin en lugar de una herramienta para llegar a un fin. Cuando la confección de la plantilla es para lograr ese bello estilo, en lugar de para ganar títulos. Cuando todo lo centras en el medio del campo y descuidas ambas áreas. Ahí es cuando los medios equivocan el fin y sería un grave error achacar esta eliminación tan solo a la mala fortuna.