Cuanto más difícil parezca, más fácil será. Nunca olviden esta
frase cuando está el Atlético de Madrid de por medio. No podía ser de otra
manera.
Créanselo, sí, el Atleti es CAMPEÓN DE LIGA. No fue fácil,
pero este equipo está hecho para hacer imposibles. Mataron a base de fútbol al
fantasma del Pupas que pudría el madroño del escudo. Lo mataron hace mucho
tiempo, el Cholismo es así. Ayer hicieron gigante al oso que habita en el
escudo.
Tantos años viendo y escuchando como otros ganaban eso que han luchado todo el curso. Tantos años viendo por la televisión a unos jugadores que
visten como las novias mantear a su entrenador. Ver por la televisor a unos
jugadores bajitos que visten de blaugrana agarrarle la mano a su compañero en
el centro del campo para empezar a dar vueltas todos en círculo. Ya sea con
entrenadores portugueses o con blaugranas saltarines, lo he visto tantas veces…
que jamás pensaría que el que ahora lo viese por televisión lleno de alegría sería
un atlético.
El estar tumbado en la cama y oír los pitidos de los coches
porque los de blanco habían ganado la Liga es algo jodido. El ir al Calderón a
ver cómo te venían a visitar los dos gigantes que sabías que iban a ser
campeones tarde o temprano no era plato de buen gusto, pero este año todo ha
cambiado. Ahora, nos toca a nosotros
disfrutar de esto.
Este año, los que venían como campeones tendrían que sufrir
para intentar ganar a un aspirante. A un equipo que se transformaba de campeón.
Un equipo con mucha fe y amor propio.
Esa fe y amor propio tiene su recompensa y ahora todos los
atléticos hemos podido ver como esos mismos jugadores creyentes mantean a un
argentino que tuvo que bajar del Olimpo para que esa imagen sucediese.
Lo del Camp Nou era una empresa complicada, pero si ellos
creen, ellos vencerán. Se te lesionan dos de tus mejores jugadores en los primero
veinte minutos, te meten un gol que no sabes ni por dónde ha entrado y tienes
90.000 personas en contra. El escenario perfecto para rendirte y quedarte mudo.
No, si eres uno de los guerreros de Simeone.
Porque lo que sucedió desde que Alexis marcase un fantástico
gol fue una fantástica reacción. Una reacción de campeón. Una reacción de un equipo que tiene obsesión por ganar, un conjunto que ansiaba la Liga. El segundo tiempo fue
un cántico de convicción. El luchar cada minuto como si fuera el último es lo
que reinó para los que iban de amarillo (sí, ese color maldito para Luis
Aragonés). Una lucha que despierta muchísimo orgullo.
Porque ver a Miranda morderle los tobillos a Iniesta para
robarle el balón y alejarlo del área, despierta mucho orgullo. Porque ver a
Courtois girarse y correr como un loco tras ver como Godín cabeceaba un gol
histórico, despierta mucho orgullo.
Porque ver a Filipe, el hombre del ceño
fruncido por la concentración, llorar de alegría y buscando a su enano
rojiblanco, despierta mucho orgullo.
Porque ver a Juanfran olvidarse del
cansancio para ir a abrazar a Godín por su golazo, despierta mucho orgullo.
Porque ver a Godín levantarse al cielo barcelonés para levantar a todos los
atléticos a base de cabezazos, despierta mucho orgullo.
Porque ver a Gabi
tirarase auto-pases en el 92 para buscar campo rival y espantar el balón definitivo y todo con el brazalete de
todos los rojiblancos, despierta mucho orgullo.
Porque ver llorar a Tiago
cuatro años después en el mismo escenario pero esta vez de alegría, despierta
mucho orgullo.
Porque ver a Koke regatear y aguantar el balón una y otra vez o
atravesar todo el campo para ayudar a su compañero Filipe a defender la última
jugada, despierta mucho orgullo.
Porque ver a Arda y a Costa llorar, despierta
mucho orgullo. Porque ver a Villa, todo un campeón de todo, iniciar la primera línea de presión levanta
mucho orgullo.
Porque ver que los que salen desde el banquillo tienen la misma
lección aprendida, despierta mucho orgullo. Y porque ver a Diego Pablo Simeone
entender e interpretar lo que significa el Atlético de Madrid para todos los
colchoneros, despierta, mucho, pero que mucho, orgullo.
El Camp Nou era el final de una temporada que ha costado
mucho, que se ha jugado en todos los horarios posibles, con todo tipo de temperaturas.
Un campeonato que no tenía fin, que no acababa nunca. Un curso que te ha hecho
llorar, encabronarte, emocionarte, abrazarte con desconocidos, que te ha
llevado a buscar a tus conocidos para romperte en abrazos de gol con ellos, que
te ha hecho enloquecer. Todo resumido en un único partido. Un cúmulo de
emociones encontradas en 90 minutos. La felicidad venía de Uruguay, la traía un
cabezazo que es histórico que rompe una hegemonía y enseña a varias generaciones
lo que es ser campeón de Liga.
El nombre de la calle que te lleva al Calderón, el Paseo de
los Melancólicos, se ha quedado anticuado, la melancolía ya se ha ido Pirámides
para arriba. El Paseo de los Melancólicos ya no se llama así, ahora es el Paseo
de las Sonrisas. Si un mismo 17 de mayo, un servidor, hace un año, miraba a su
alrededor y sólo encontraba sonrisas y lágrimas en el estadio del vecino. Un
año después encuentra lo mismo: sonrisas y lágrimas, lágrimas y sonrisas.
Observar el estallido de alegría es algo precioso y eso lo hemos podido ver con
el Atleti de Simeone. Por lo tanto, sólo se puede decir gracias, campeones.
PD: Intento transmitir con palabras algo que me resulta casi imposible de escribir. Lo siento, si defraudo, escribir sentimientos (rojiblancos) es algo muy complicado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario